viernes, 7 de marzo de 2014

El Retorno del Rey Araña: Acto I

Aquella mañana, cuando se despertó, hizo lo mismo que llevaba haciendo ya dos años, desde que comenzó su cruzada: dar dos palmadas y esperar a que sus pajes entrasen a su tienda, mientras los bufones comenzaban a revolotear con sus chistes y rimas. Mientras se vestía, su cabeza viajaba hacia la reunión que acontecería aquella jornada. Una jornada que no tenía nada que envidiar a aquellas que estaría sufriendo su vasallo norteño: una lluvia ligera, de esas que te acompañan todo el día. "Un día gris, tal como me siento últimamente".

"Las viandas están prestas,
oh gran Rey Araña,
cansado estaréis de vuestras gestas
con ésta, vuestra compaña"

El viaje se hizo pesado por la lluvia, que repiqueteaba en las armaduras de su séquito, así como en los toneles de comida y bebida que llevaban consigo. "Espero que esta reunión con el Cardenal valga la pena", pensó el rey, "pues últimamente no estoy de buen humor".

La llegada a la villa de Mursia. Siempre le daba una agradable vista: mucha vida en el mercado, el repiqueteo del herrero con el yunque, y el olor de la piel de los curtidores era lo que más le gustaba. Al parecer, los gremios estaban haciendo bien su trabajo.

A la llegada a la Catedral, Araña I bajó del caballo, mientras sus bufones hacían de escalones. En la puerta lo esperaba el Cardenal Scipione, con una sonrisa.

- ¡Cuánto tiempo sin verle, Rey Araña!
- Lo mismo digo -repuso el rey-, no habéis respondido siquiera a mis invitaciones a palacio. ¡La de festines que podríais haber degustado!
- No es mi deber el ir a divertirme, como bien sabréis. Soy un siervo de Dios, y mi deber es para él y para su pueblo.
- Ah,si...
- Y vos, como rey, vuestro deber es para vuestro reino. Para cada uno de sus habitantes, desde el más grande hasta el más pequeño.
- Si...
- No me dé la razón como a los tontos y escúcheme. No  creáis vos que por haber lidiado con un dragón, ejercitos enemigos... habéis actuado como un verdadero rey. ¿Es que acaso eso enorgullece vuestro espíritu?

Esto hizo pensar al rey. ¡Claro que le enorgullecía el haber peleado con un dragón! Pocos han vivido para contarlo, y a él no le costó más que un par de quemaduras en el trasero. Y aquellos enemigos... Se lo tenían merecido! ¿Quien osa enfrentarse al Rey Araña I? Aparte, el resto de reyes lo tenían en más estima desde entonces. 

Lo halagaban desde entonces, si. Pero, ¿era realmente eso lo que necesitaba? Fue desde aquel momento cuando comenzó a sentirse extraño, como si algo le faltase...
- Eminencia, tiene razón. ¿De qué me sirve conquistar el mundo si no hallo en ello la felicidad? Me he desviado del camino, Cardenal, ¡pero no sé qué hacer para volver a él!
- Recordad -dijo el cardenal- cuándo fue la última vez que os sentísteis bien.
- Fue... ¡fue cuando estuve con aquellos caballeros  en las tierras de Caruana, donde gobierna el Conde Juan!
- Caruana, hum... -decía el cardenal, mientras se rascaba el mentón- por lo que he oído, al poco de que vos marchaseis en pos de aventuras, se creó un gran asentamiento, y está creciendo rápidamente. Quizás debería ir allí, tengo entendido que necesitan de alguien que imponga justicia, que gobierne como...
- ¡Como un rey! ¡Y El Rey Araña I es rey! - gritó un bufón en medio de la catedral.
- ¡Calla melón! - dijo Araña, mientras le propinada un capón -. Creo, eminencia que ya sé qué debo hacer.
- Me alegro, hijo, de haberle servido de ayuda. Y, en cuanto los donativos que prometió dar a la Iglesia...
- ¡Muchas gracias, padre, de verdad!- dijo el rey, ya a varios metros del Cardenal-. ¡Caruana, allá voy!

Aquella noche, ni siquiera los juglares con sus emotivos cantos, ni sus bufones, que siempre le arrancaban una carcajada, conseguían apartarlo de su fuerte decisión.
- ¡Bufón!
-¿Si, mi amo?
¿Queréis que le reviente un grano?
- Quiero que llames a mis banderizos. Quiero que, cuando llegue a Caruana, estén todos ahí. Con ellos, podré ayudar a mi reino como es debido.
- Pero señor, vos sabéis que sólo soy un bufón,
mas no un simple mensajero.
¿Porqué no cargáis a otro con el zurrón,
que seguro el trabajo le será más ameno?
- Calla, bufón - respondió su compañero-,
pues parece que la ley aun no conoces:
Artículo 1: El Rey Araña siempre lleva la razón.
Articulo 2: En caso de no llevarla,se aplicará el artículo anterior.
- ¿Ah, si? - le replicó Araña- si tanto sabes de mis leyes, lo mejor será que le acompañes, no vaya a ser que le pase algo malo.
- Su Majestad, sus deseos son órdenes para mí,
mas rehusar quiero,
pues no aguantaría todo el día
con éste, mi compañero.
- ¡Por eso mismo irás con él, para apreciarlo más! ¡Y ahora largo, que tenéis mucho trabajo por delante!

El día siguiente, partió al alba hacia Caruana. El alba de un día soleado, lleno de vida y energía, al igual que su corazón.